4. Intercambios culturales
A través de su turbulenta historia, España y Sicilia se convirtieron en áreas en las que coexistieron diversas culturas. Este contacto generó conflictos e intercambios culturales, dando al mundo cristiano la oportunidad de recuperar el conocimiento y la sabiduría de la antigua Grecia.
La vida de Gerardo de Cremona
La lámpara que brilla no debe dejarse de lado ni poner bajo el celemín, sino sobre el candelero *; de la misma manera, las grandes obras del hombre no deben ser enterradas en el estupor de silencio, sino captar la atención de la gente porque abren la puerta de la virtud a las generaciones futuras y señalan a la atención de los presentes, mediante una digna conmemoración, al señalar de ejemplo a los ancestros como modelos de cómo se debe vivir.
Por lo tanto, con el fin de asegurarse que un oscuro silencio no oscurecería al Maestro Gerardo de Cremona, que no iba a ser privado del beneficio de la fama que se había ganado, para asegurar que un robo descarado no permitiría a nadie más poner su nombre a las obras que tradujo, en tanto que él nunca acusó a nadie de esto, sus compañeros elaboraron sistemáticamente una lista de todas las obras que había traducido, en el campo de la dialéctica, de la geometría, de la astrología, de la filosofía, de la medicina, así como de las otras ciencias, poniendo esta lista al final de esta Tegni, que acaba de traducir, imitando la forma en que Galen enumera todas sus obras al final de la misma publicación [ ...].
Criado desde su nacimiento, en el seno de la filosofía y después de haber logrado el más alto nivel de conocimiento de todos los aspectos a su disposición mediante el estudio de los pueblos latinos, el amor del Almagesto, que no encontraba en la lengua latina, lo envió a Toledo. Allí vio un gran número de obras en árabe, que abarcaban todas las disciplinas y deploró la ausencia de trabajos sobre estos temas. Aprendió árabe con el fin de ser capaz de traducirlas; apoyándose tanto en su conocimiento de la ciencia como en su conocimiento de la lengua [...], tradujo del árabe de la manera del hombre sabio que, corriendo a través de los verdes prados, no recoge todas las flores, pero sólo la más bella, con el fin trenzarlas en una corona. Y así, hasta el final de su vida, él nunca dejó de traducir, con la mayor claridad y tan cuidadosamente como pudo, todos los libros que se juzgan como los mejores, en todas las principales disciplinas, con el fin de ponerlos a disposición de la gente de las lenguas latinas, como para una heredera amada.
* Mateo 05:15
La vida de Gerardo de Cremona. Olivier Guyojeannin, Archives de l'Occident, t. I, Le Moyen Âge, París, 1992.
La vida de Gerardo de Cremona es un texto anónimo que se puede encontrar en varios manuscritos de la traducción de Gerardo, el Tegni de Galeno. Fue escrito por uno o varios discípulos de Gerardo que querían mostrar la importancia de su trabajo como traductor. Gerardo de Cremona (1114-1187) fue uno de los traductores más prolíficos e importantes de su tiempo. Las obras citadas en el texto son muy importantes. El Almagesto es una obra monumental de la astronomía de Claudio Ptolomeo (90-168). Su nombre proviene del árabe al-majistī que es una distorsión del título griego del libro Hē megálē sýntaxis (El Gran Tratado). Tegni, una distorsión de la palabra griega Téchnē (arte) es un libro de introducción a la obra de Galeno, un médico (129-216) que tuvo una influencia considerable en la medicina árabe-musulmana y europea.
Retrato de Al-Rāzī en un manuscrito latino
Muhammad ibn Zakariyā al-Rāzī (Rhazes o Rasis, su nombre en latín) (854-932 o 925) fue un médico persa que defendió el uso del método científico en el diagnóstico y el tratamiento. Fue autor de una serie de obras importantes. La imagen se toma del manuscrito de los tratados médicos traducidos entre 1250 y 1260 por Gerardo de Cremona. Rhazes tiene una matula (un recipiente para recoger la orina). El análisis de la orina era un método de diagnóstico común y se tomó prestado de la medicina árabe-musulmana.
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(30/03/2015)
Prólogo de Pedro el Venerable de la traducción del Corán
Si alguien atribuye al error islámico el despreciable nombre de herejía o el infame de paganismo, es necesario actuar contra él, es decir, escribir. Pero para lo latinos y especialmente los modernos, la antigua cultura ha perecido, no conocen (siguiendo el dicho de los Judíos que solían admirar a los políglotas * apóstoles) otro lenguaje que el de su país de nacimiento. Por tanto, no fueron capaces de reconocer la magnitud de este error ni bloquear su camino. Y así, mi corazón fue incendiado y un fuego ardía en mí, en mi meditación. Me indigné por ver cómo los pueblos latinos ignoraron la causa de esta perdición y ver cómo su error les privó de la capacidad de resistir: porque nadie respondió, porque nadie sabía.
Y así me fui en busca de especialistas en el idioma, el árabe, que había permitido que este veneno mortal infestara a más de la mitad del mundo. Yo los convencí, con oraciones y dinero, para traducir del árabe al latín la historia y la doctrina de este ser infeliz y su ley, llamada el Corán. Y a fin de garantizar que la traducción fuera acabada y que no hubiera errores que pudieran distorsionar nuestra plena comprensión, también añadí un musulmán al equipo de traductores cristianos. Estos son los nombres de los traductores cristianos: Roberto de Ketton, Hermann el Dálmata, Pedro de Toledo; el musulmán fue llamado Mohammed. Este equipo, después de buscar a fondo las bibliotecas de este pueblo de bárbaros, dio lugar a un gran libro que fue publicado para los lectores latinos.
Este trabajo se realizó en el año en que me fui a España y donde tuve una audiencia con Alfonso VII, el victorioso emperador de toda España, en el año de nuestro Señor, 1142.
* Referencia a Pentecostés, el día en que los apóstoles recibieron el don de lenguas y eran capaces de hablar todos los idiomas del mundo.
Jacques Le Goff, Les Intellectuels au Moyen Âge, París, 1957.
Lex Mahumet pseudoprophete (Ley de Mahoma, el falso profeta) fue la primera traducción del Corán en una lengua europea y en occidente, donde se distribuyó hasta el siglo XVIII. Fue encargada en 1142 por Pedro el Venerable (Abad de Cluny desde 1122 hasta 1156) y se terminó en 1143. Hizo un llamado a Robert de Ketton, uno de los traductores más reputados de su tiempo, aunque era conocido sobre todo por sus traducciones científicas. Aunque durante mucho tiempo fue la única traducción disponible en Occidente, esta versión fue duramente criticada por haber simplemente parafraseado el texto original.