7. Reliquias y peregrinación

Introducción
Las reliquias (del término latino reliquiae) son restos materiales (huesos u objetos) que pertenecen a un ser humano considerado como santo. Estas siempre han jugado un papel importante en la piedad cristiana, en la antigüedad y actualmente, incluyéndose hoy en día entre los ortodoxos y los católicos. Se espera que las reliquias proporcionen beneficios y sean fuente de devoción y de peregrinajes importantes. Juegan, también, un papel importante en el prestigio de una ciudad o de una región y han sido objeto de intercambio, se han transferido (trasladado) e incluso se han robado. A pesar de los abusos y las críticas, algunas reliquias se encuentran todavía en el centro de grandes peregrinaciones.
Fuente 1

Viajes de Egeria

Los viajes de Egeria describen una de las primeras rutas de peregrinación que conocemos. El texto fue escrito en latín, en el año 384 (según los datos facilitados en la narración), por una mujer llamada Egeria, que no se menciona en ningún otro lugar en la literatura de la época. Se podría pensar que era una monja, pero esta hipótesis es difícil de confirmar. Su relato es un testimonio de los principales lugares de peregrinación visitados en el siglo IV y también muestra cómo se estaba construyendo una geografía cristiana, incluso a través de la identificación (a veces incorrecta) de los lugares visitados y los mencionados en los escritos bíblicos.
La "Arabia" mencionada por Egeria era también el nombre de una metrópoli en la época romana, pero su identificación sigue siendo un problema. El "Tafnes" que ella mencionó es la Daphnae de la antigüedad. Egeria se equivocó al creer que llegó a la Tafnes bíblica. "Helia", el nombre de Jerusalén en la época, viene del nombre administrativo Aelia Capitolina, que fue dado a Jerusalén desde que Adriano la reconstruyó después de la segunda revuelta judía entre 132-135.

4.- Partiendo de aquí, caminamos por los territorios de Jesé, siempre entre viñas, que producen vino, y otras que dan bálsamo, y entre frutales muy bien cuidados y muchos huertos, recorriendo todo el camino a lo largo de la ribera del río Nilo, con numerosas fincas, que antiguamente fueron viviendas rurales de los hijos de Israel. ¿Y qué más? Creo no haber visto jamás en ningún lugar tierra como la de Jesé. 5.- Caminando desde la ciudad de Arabia, desde la tierra de Jesé, llegamos al cabo de dos días a Tanis, ciudad en que había nacido el santo Moisés (cf. Núm. 13, 23). 36 Esta ciudad de Tanis fue antiguamente la metrópolis del faraón. 6.- Aunque, como ya dije anteriormente, conocía este sitio cuando pasé en dirección a Alejandría o la Tebaida, sin embargo, quise conocer en profundidad los sitios que recorrieron los israelitas cuando salieron desde Rameses en dirección al monte santo Sinaí, por ello tuve que volver una vez más a la tierra de Jesé y a Tanis. Partiendo de aquí, marchando por caminos conocidos, llegué a Pelusio. 7.- Seguí de nuevo caminando por todas y cada una de las mansiones de Egipto, pasando por las cuales llegué a los confines de Palestina, desde donde, en el nombre de Cristo, Dios nuestro, recorriendo aún algunos albergues por Palestina, regresé a Elia, o sea, a Jerusalén.

El peregrinaje de Egeria. Traducción, introducción y notas Manuel Domínguez Merino. http://www.arciubeda.es/ECU/EB2/temas/Egeria.pdf.

Fuente 2

El traslado de las reliquias de San Esteban

Este tapiz fue encargado por el obispo Juan III Baillet para el coro de la catedral de Auxerre, en Francia y fue tejido en el año 1500. Narra la vida de San Esteban en 23 escenas, hasta el traslado de su cuerpo. Esteban fue uno de los primeros siete diáconos de Jerusalén, considerado como el primer mártir cristiano: fue lapidado hasta la muerte después de su violento discurso contra el Sanedrín. Se dice que su cuerpo fue descubierto en el año 415 y, más tarde, llevado a Constantinopla antes de ser trasladado a Roma. El tapiz está inspirado tanto de los Hechos de los Apóstoles y La Leyenda Dorada de Jacobus de Voragine. Escrita en el siglo XIII, La leyenda dorada contiene muchas historias sobre santos y tuvo gran éxito en el mundo cristiano. La narración está resumida en francés en la banda que hay debajo de cada escena. Los extractos que se muestran aquí son las escenas 19-22.
En la escena 19: En el fondo, Eudoxia Licinia, poseída por el diablo, está en trance delante de su padre aterrorizado, el emperador romano de Oriente Teodosio II (408-450, erróneamente considerado como el emperador romano de Occidente en la leyenda). El diablo habla a través de su cuerpo, diciéndo que saldría sólo si el cuerpo de Esteban se lleva a Roma a cambio del de Lorenzo. Lorenzo fue el primero de los siete diáconos de Roma y ​​también fue martirizado. (Desde los principios del cristianismo, los intercambios de reliquias eran frecuentes.) En primer plano, a la derecha, el emperador está acompañado por el obispo de Roma, reconocible por su tiara con una triple corona y por su Mantum rojo con relieve de oro (un anacronismo si nos centramos en la fecha de los hechos en lugar de la fecha del tapiz). Envían a sus emisarios, un legado del obispo (vestido de rojo, como un cardenal) y dos laicos, a Constantinopla.
En la escena 20: En primer plano, el obispo de Roma a la izquierda y el emperador a la derecha dan la bienvenida el cuerpo del santo antes de llevarlo a la Iglesia de Saint-Pierre-aux-Liens (que significa "San Pedro con los lazos"). El cuerpo (no mostrado) se encuentra en el fondo, bajo el dosel rodeado por los tres emisarios anteriores. Una multitud se encuentra reunida a ambos lados.
En la escena 21: Esta escena tiene lugar en la Iglesia de San Pedro, en la que el cuerpo de Esteban yace. En presencia de su padre (detrás de ella, sin corona) y del obispo de Roma (en el centro, con su tiara y las manos entrelazadas), Eudoxia está nuevo en un trance, expresando en un segundo mensaje: "Que el cuerpo de Esteban descanse junto con el de Lorenzo extramuros ".
En la escena 22: En el fondo, vemos la tumba que contiene el cuerpo de Lorenzo. Los griegos, que estaban a punto de coger su cuerpo para llevarlo a Constantinopla, son milagrosamente arrojados al suelo. Así Roma es bendecida con dos santos en lugar de uno y un "robo" de reliquias es legitimado por un milagro.

Tapiz producido en Bruselas a partir de dibujos por Colijn de Coter (1455 - ca.1538)
Musée National du Moyen-Age-Thermes de Cluny. París (Francia).
Créditos: RMN / Gérard Blot / Christian Jean.
Imagen bajo el URL: http://www.photo.rmn.fr/archive/83-000873-2C6NU0H19VG9.html (08/12/2014)

Fuente 3

Calvino, Tratado de las reliquias

Desde los primeros tiempos, hubo críticas contra la multiplicación de reliquias. Las críticas más virulentas procedían de los reformadores protestantes. Juan Calvino escribió un tratado sobre reliquias en 1543, en un momento en que quería fortalecer la comunidad de Ginebra y deshacerse de todo lo que, a sus ojos, oscurecía la gloria de Dios. Como Lutero, condenaba el tráfico y el culto a las reliquias, y trató de disuadir a la gente de creer en ellas. La segunda parte de su tratado es un resumen de todas las reliquias existentes que conocía, comenzando con las de Cristo, especialmente las de su Cruz.
Basando sus argumentos en una crítica expresada en tiempos anteriores, Calvino denunció satíricamente las múltiples piezas de la Cruz que se habían encontrado hasta entonces, tan numerosos que podrían llenar un barco. Como teólogo, recordó a los creyentes que el Evangelio mencionaba claramente que la Cruz podría ser llevada por un hombre. Desafortunadamente algunos fieles adoraban trozos de madera común, como ya lo hicieron los gentiles antes que ellos. En su libro, Calvino también expresó en sus propias palabras una opinión antigua desarrollada por Ambrosio acerca de las reliquias, que ya mostraba que esto era superstición y falsa religión. A pesar de enfrentarse a algunos feroces críticas de los protestantes, el Concilio de Trento (1547) reafirmó el culto a las reliquias, mientras que el libro de Calvino estaba convirtiéndose en un gran éxito.

Los principales reliquias de nuestro Señor son, sin embargo, las relativas a su pasión y muerte. Y la primera d ellas es la cruz. Sé que se considera como hecho cierto que fue encontrada por Helena, la madre del emperador Constantino y sé también que algunos doctores antiguos escribieron sobre la manera en la que el descubrimiento fue certificado como la verdadera cruz en la que nuestro Señor había sufrido. Creo, sin embargo, que fue una curiosidad necia, y una devoción estupida y desconsiderada, lo que llevó a Helena a buscar esa cruz. Pero vamos a dar por sentado que se trataba de un acto loable, y que nuestro Señor hubiera declarado por un milagro que era la verdadera cruz, y vamos a considerar sólo el estado del caso en nuestro propio tiempo.
Se mantiene indudablemente que la cruz encontrada por Helena se encuentra aún en Jerusalén, aunque esto se contradice con la historia eclesiástica, que relata que dicha Helena tomó un pedazo de ella y lo envió a su hijo el emperador, quien lo puso sobre una columna de pórfido, en el centro de un lugar público o plaza, mientras que la otra parte de ella fue metida en una caja de plata, y confiada a los cuidados del obispo de Jerusalén; en consecuencia, o bien la declaración antes mencionada o este registro histórico tienen que ser falsos. Ahora consideremos cuántas reliquias de la verdadera cruz hay en el mundo. Una suma de los que simplemente conozco llenaría un volumen entero [...].
Qué evidente, pues, es la audacia de pretender mostrar ahora más reliquias de la madera que trescientos hombres podrían llevar! Como explicación de esto, han inventado el cuento de que cualquiera que sea la cantidad de madera que se pueda cortar esta verdadera cruz, su tamaño nunca disminuye. Esta es, sin embargo, una impostura tan torpe y tonta, que el más supersticioso puede adivinarla [...].Por estos medios seducen gente ignorante a la idolatría, porque ellos no están satisfechos con engañar a los crédulos, afirmando que las piezas de madera común son partes de la verdadera cruz, sino que preenden que deben ser adoradas, lo cual es una doctrina diabólica, expresamente reprobada por San Ambrosio como superstición pagana.

Calvin, A Treatise on Relics, trad. V. Krasinski.